Investigadores
de la Universidad de Guelph (Canadá) han sido los primeros en
demostrar empíricamente
que
los animales en cautividad pueden aburrirse como ostras. Sus conclusiones se
publican en la revista
PLOS
One.
Está
más que demostrado que vivir en entornos que nunca cambian y de los que es
absolutamente imposible escapar genera un tremendo aburrimiento en
humanos, que necesitan sentirse motivados. ¿Pero se puede es esta
afirmación aplicable también animales
que
viven en jaulas como los hámstery
otras mascotas? La nueva investigación revela que los animales en espacios
confinados y vacíos buscan con avidez la estimulación, y se acercan
a cualquier objeto que se les ofrezca tres veces más rápido incluso si les da
miedo, síntomas que denotan un aburrimiento. Además comen más golosinas que los
que habitan en espacios con
abundantes estímulos.
Y cuanto más tiempo pasan despiertos pero sin hacer nada, más rápido
responden en el instante en que se coloca en su hábitat cualquier estímulo nuevo. “No podemos medir la experiencia subjetiva de
lo que supone para estos animales el aburrimiento, pero sí podemos
afirmar que cuando se les proporcionan estímulos los buscan con muchas más
ganas y a más velocidad que otros que viven en libertad o en espacios más amplios
y con múltiples estímulos”, asegura Rebecca Meagher, coautora del
estudio, que concluye junto a sus compañeros que es un claro síntoma de tedio.
Los investigadores aseguran que se sabe muy poco a nivel científico sobre el aburrimiento, a pesar de que está asociado con muchas consecuencias adversas para la salud y el bienestar.
Y cuanto más tiempo pasan despiertos pero sin hacer nada, más rápido
responden en el instante en que se coloca en su hábitat cualquier estímulo nuevo. “No podemos medir la experiencia subjetiva de
lo que supone para estos animales el aburrimiento, pero sí podemos
afirmar que cuando se les proporcionan estímulos los buscan con muchas más
ganas y a más velocidad que otros que viven en libertad o en espacios más amplios
y con múltiples estímulos”, asegura Rebecca Meagher, coautora del
estudio, que concluye junto a sus compañeros que es un claro síntoma de tedio.Los investigadores aseguran que se sabe muy poco a nivel científico sobre el aburrimiento, a pesar de que está asociado con muchas consecuencias adversas para la salud y el bienestar.
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